miércoles, 21 de diciembre de 2011

Resolución de conflictos: Manejar el enfado II

Continuando con la entrada relativa a la gestión del enfado como una emoción que contiene una valiosa información acerca de cuáles son nuestros límites, y acerca de cómo los percibimos, he de hacer mención a un librito delicioso titulado "Contra el enfado" cuya autoría corresponde a Lisa Engelhardt y Karen Katafiasz y recoge,a mi entender, una magnifica recopilación de las ideas más importantes y esenciales para convertir el enfado en una fuerza renovadora y reparadora que nos ayude a restaurar nuestro equilibrio emocional cuando este se vea alterado.
Planteado así, el enfado debe convertirse en una emoción despenalizada cuya vivencia no nos debe hacer sentir culpables o avergonzados y que es tan natural y valiosa como pueda serlo la tristeza o la alegría. El enfado se presenta a los alumnos como algo consustancial a nuestra riqueza emocional, como algo que conecta con lo que somos, con cómo entendemos a los demás y a la realidad que nos rodea.  
Empezamos a usar en clase expresiones sencillas como "no me gusta..." o "me hace sentir mal...". Es un primer paso, un acercamiento a lo básico, a lo general, a aquello con lo que pueden conectar, con lo que sentirse reflejados. Ellos saben lo que es sentirse mal y lo reconocen en el otro. Desarrolla la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de su lugar emocional. Todos se han sentido mal alguna vez y saben cómo se siente uno cuando está mal. Reconocen el malestar en el otro porque lo han vivido. Reconocen el estado en el que se encuentra un compañero que se siente mal. Cuando comprendes al otro no le hablas igual porque ves en él un reflejo de tus propias emociones. Los conflictos empiezan a tomar otra dimensión.
Cuando se sienten cómodos con la expresión comienzan a darse cuenta de que hay matices para "sentirse mal": no es lo mismo sentirse mal porque un amigo se ha ido a vivir a otro barrio que sentirse mal porque me han cogido el estuche sin permiso. Son ellos los que perciben, y así lo expresan, las diferencias. Es un proceso muy natural para ellos. Le ponemos nombre a las distintas expresiones de nuestro crisol emocional: tristeza para el sentimiento de perdida o despedida y enfado para el sentimiento de que un límite propio no ha sido respetado. Aparecen expresiones que dan un paso más, expresiones del tipo "me siento mal de enfadado de...". Los alumnos quieren saber expresarse porque notan que cuanto más ajustan su expresión a lo que sienten interiormente más catártica es la experiencia. La descarga emocional es mayor cuando es más fiel a lo que la ha motivado. Les equilibra más.
El lenguaje, además de expresarlo, también construye el pensamiento y los alumnos empiezan a pensar de forma distinta. "Enfado" se convierte en una palabra que aprendemos a usar. Empezamos a emplear"me molesta..." o "me enfada..." sin asociarlo a connotaciones negativas. Es un gran avance, mucho mayor que el de muchos adultos que conozco y que, aún hoy en día, siguen sin darse permiso para sentirse enfadados y continúan manifestando sus enojos a través de otras emociones como la tristeza (socialmente apenas reprobada).
En ese camino de descubrimiento emocional se presenta la diferencia entre sentirse enfadado y comportarse enfadado. Alfonso López-Fando planteaba la conveniencia de conocer los tiempos del proceso que tiene el enfado para intervenir cuando la carga emocional aún es manejable. Identificar en qué momento del proceso estoy y saber actuar de forma adecuada. Lo que quiere decir que hay que enseñar a los alumnos a reconocer en ellos mismos cuando están enfadados pero aún  pueden decidir racionalmente acerca de su conducta y cuando están tan sobrepasados por la emoción que, en lugar de actuar, reaccionan. Ahora se trata de darles recursos para mantener la carga de tensión emocional en unos niveles aceptables que les permitan elegir cómo gestionar ese enfado en lugar de verse arrastrados por un torrente de energía que arrasa a su paso. Lo que buscamos es estirar este umbral para que podamos maniobrar en él con la mayor holgura posible. 
Al comenzar este proceso rastreamos las señales que nuestro cuerpo nos ofrece: respiración, tensión, malestar, etc. y en el camino empiezan a asociar otras señales a otras emociones. Todo esta conectado en realidad. El conocimiento de una parte de mi me conecta con el conocimiento de otras partes, del resto de partes, con otros conocimientos. Cómo ocurre con las asignaturas. Como ocurre en la vida. 
Van sabiendo. A ellos les cuesta menos porque tienen menos prejuicios. Hay menos que deshacer y pueden comprobar los progresos entre ellos. Empiezan a hablar más de los problemas antes de que se genere el estallido, empiezan a hablar más de las causas y menos de los efectos porque ha bajado el numero de acciones violentas o agresivas propias de enfados mal gestionados.
Lo veo y pienso: "parece que funciona". Ellos parecen estar mejor, más tranquilos, más felices, menos "cargados".



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