Una nueva entrada dentro de la sección "cosas que no", en la que trato de reflexionar sobre aquellas costumbres que, en mi opinión, deberíamos evitar. Esta vez en relación a la disposición física del profesor en el aula, un aspecto del que no se habla mucho ¿te apetece saber más? Sigue leyendo
Para comenzar con esta valoración quiero partir de dos escenas imaginarias. En la primera de ellas el profesor está sentado en su mesa y a su lado hay una fila de alumnos esperando a que les corrijan los ejercicios. Los primeros alumnos de la fila están en silencio, atentos a los comentarios que hace el profesor sobre los trabajos de los alumnos que están delante de ellos. A partir del medio la atención deja de estar centrada en el profesor y pasa a estar en el compañero más cercano así que comienzan a hablar entre ellos. Al final de la fila algunos juegan, otros quizá se empujen. Conforme más alumnos haya en la fila más probabilidades habrá de que se alborote la clase. El profesor probablemente tenga que pedir a los que están a su lado que se retiren un poco para poder ver y hablar al resto de la fila. Vuelve a centrar su atención en la corrección que tiene delante. Los alumnos de la fila permanecen tranquilos durante un tiempo pero basta un roce con el compañero, una mirada, una risa para que comience de nuevo el proceso: el sistema tiende a la inestabilidad.
En la segunda escena el profesor da la clase desde su sitio. Realiza las explicaciones, comentarios e indicaciones sentado en su silla. Quizá lee el libro o controla el ordenador para proyectar materiales en la pizarra. Su presencia está fija en un punto. Los alumnos en las filas más avanzadas son aquellos que disfrutan del acceso privilegiado a la figura del maestro: ven y son vistos directa e inmediatamente. Los alumnos algo más retrasados tienen que filtrar los estímulos visuales y aditivos que generan aquellos que están delante de ellos. También son percibidos por el profesor con algo más de dificultad. Si avanzamos hasta llegar al final del aula nos encontraremos a los alumnos en peor situación: escuchan al profesor con más dificultad, ven peor lo que ocurre dado que tienen las cabezas de todos los compañeros dificultando o interrumpiendo su línea de visión, escuchan peor y son escuchados peor debido a la distancia y a la acumulación de ruidos y murmullos desde el frente del aula hasta donde ellos se encuentran y, finalmente, en caso de levantar la mano para plantear una duda tienen que "competir" con todas aquellas manos que estén levantadas antes que ellos.
Ambas escenas son bastante comunes y, en mayor o menor medida, se repiten en las aulas. A veces se dan las dos, a veces solo una de ellas. Las dos generan inconvenientes que el profesor puede solventar con relativa facilidad: no te sientes.
Si damos la clase de pie, y además nos desplazamos por el aula, logramos evitar todos los problemas relacionados con la atención visual de los alumnos. Somos mejor percibidos y nuestra "área de proximidad" (aquella en la que mejor captamos y gestionamos lo que ocurre) va cambiando, permitiendo que cualquier alumno se beneficie de ella. Nuestra presencia se desplaza y el profesor se siente como alguien que llega a cualquiera porque su espacio útil es el aula al completo.
Para corregir ocurre lo mismo: no te sientes, muévete por el aula y anticípate. Revisa el trabajo cuando aún no esté concluido, realiza comentarios y valoraciones. Haz sugerencias y recuerda aquellos aspectos en los que han de ser especialmente cuidadosos. Whole Brain Teaching hace un uso habitual del Prompt and Leave ("Felicita y Vete") así que acostúmbrate a dar un vistazo a lo que está haciendo cada alumno, resalta los aspectos positivos de su trabajo ("Muy buena letra","una explicación excelente", "Genial el uso de las mayúsculas", "Que concentración tan buena", etc.) y dirígete al siguiente. La idea es que todos los alumnos puedan beneficiarse de tu presencia y tus comentarios. En lugar de corregir el resultado debes formar parte del proceso. Cuando la tarea esté finalizada será más fácil de revisar ya que, en lugar de tener que enfrentarla como algo completamente desconocido habrás tenido la oportunidad de haberla visto desarrollarse. Probablemente el número de errores que te encuentres sea menor.
No se trata de correr como un loco de un lado a otro sino de caminar por el aula realizando breves intervenciones. Imagina un recorrido circular o bien camina de ida y vuelta, como prefieras.
Físicamente puede que te sientas más cansado pero a mi me gusta pensar que, la energía física que invierto de más, se compensa sobradamente con la energía mental que habría de invertir para gestionar los conflictos que se generan de la otra manera o con la ayuda que puedo brindar a una mayor cantidad de alumnos (evitando gastos de energía futuros).
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